Crítica: Agujero Negro (2018)

El realizador ecuatoriano Diego Araujo nos presenta Agujero Negro, su segunda película y en ella nos cuenta la llamativa historia de Víctor (Víctor Arauz, en una fantástica actuación, siendo él quien más destaca) un escritor bloqueado, que cuando debe enfrentarse con la paternidad y la fecha de entrega de su esperada novela, conoce a Valentina (Marla Garzón), su vecina de 16 años que se convertirá en una especie de musa, suceso que lo llevará a vivir una segunda adolescencia, descuidando a su esposa (Daniela Roepke), familia y amigos.

En primer lugar es muy interesante como nos presentan la película en sí, a blanco y negro con un formato 4:3, que le da un particular aspecto que recuerda mucho al cine clásico, sin embargo es mucho más que un homenaje, pues este aspecto visual es muy bien aprovechado por Simon Brauer, el director de fotografía, quien usa tomas cerradas enfocadas siempre en los personajes y sus emociones sin dejar jamás de lado una especie de absurda realidad que es característica en la cinta. En la misma línea, pero desde el uso que le da el director, es muy destacable como con el lenguaje audiovisual concibe a Víctor como un personaje encerrado en su propio miedo.

Desde el guión se pueden decir muchas cosas, primero que tratan el tema central -crecer- con extrema sencillez, pero con mucha precisión lo cual hace al film bastante accesible para las audiencias. No obstante en medio de esta sencillez se introduce un interesante concepto del agujero negro, y el papel que este juega en la trama, siendo una especie de metáfora con el personaje principal, quien de alguna u otra forma está siendo constantemente absorbido sobre sí mismo para finalmente transformarse. En cuanto a personajes, tenemos algunos, pero quisiera centrar la atención en Víctor y Valentina, quienes no solo nos regalan las escenas más intensas, mejor logradas y espontáneas de la película, sino también las que marcan el eje sobre el cual se desarrolla la trama, con algunos diálogos que son realmente maravillosos. En cuanto al humor manejado en la cinta cabe decir que es uno sin pretensiones, crudo, frontal y principalmente negro, el cual en algunos momentos puede estar fuera de lugar e incluso en una escena es muy exagerado (la que Víctor es retirado del edificio donde trabaja su mujer por el guardia de seguridad).

Agujero Negro es de las grandes producciones ecuatorianas este año desde muchas ópticas, pues se siente como una cinta bastante orgánica y con una identidad  muy definida en la que todo ocurre con total naturalidad en una realidad llena de coincidencias casi que absurdas. La cinta en ningún momento intenta ser más de lo que es y hasta en algún momento se burla de su propia naturaleza y creo que por esa razón conecta mucho mejor con las audiencias.

Calificación: 4/5

Trailer: 

Escrita por: Juan Bernardo Castillo.

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